Desde que se inicia la primavera a finales del verano, una actividad frenética se produce en nuestros campos. Los insectos se afanan en cumplir con su ciclo vital, obteniendo sus alimentos, apareándose , procreando o simplemente calentándose al sol. Basta situarse en cualquier zona y esperar para que se empieze a percibir todo ese movimiento. Tendremos que mantener los ojos abiertos y esperar relativamente inmóviles para que los habitantes del macromundo continuen con sus actividades y aquí amigos mios, empieza una divertida actividad y en apenas diez metros cuadrados podremos consumir horas en una intensa y entretenida cacería.
Por supuesto que todo depende de la especie y no es lo mismo perseguir una mariposa de flor en flor que fotografiar a una libélula, tan acomodada a volver a sus posaderos preferidos, siempre que no vulneremos su área de seguridad
Os pondré un ejemplo: hará una semana que estaba fotografiando una libélula, y cada acercamiento hacía que ésta abandonase el posadero, revolotease en rededor y finalmente volviese a él. Finalmente consegui acercarme lo suficiente, con tesón, moviéndome muy despacio, ignorando las moscas que pesadas al sol de Julio recorrían mi frente, situé mi cámara a 20 o 30 cm de ella, y empecé a tomar algunos planos. De forma más o menos intermitente la libélula empezó a hacer algo extraño, abandonando el posadero de forma precipitada y lanzándose sobre mi pelo. No creais, que al principio asusta un poco, pero pronto me di cuenta de que había empezado una simbiosis, yo le hacía fotos cuando estaba en su posadero y ella se comía las moscas que pesadas volaban sobre mi frente.
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